Estamos a dos palmos de distancia
de las fiestas navideñas, a empujones por los centros comerciales cabalgamos en
tropel para encontrar algo que comprar, ya sea lo previsto o lo simplemente
ofertado, o, lo que nos ha entrado por el ojo. Es tiempo de comprar, de
consumir, de demostrar que estamos mejor de lo que estamos, para gloria de los
que así lo quieren creer.
Sin embargo falta gente, no están
todos en el revuelo del consumo compulsivo de las fechas que así lo reclaman.
Bastantes, qué digo, muchos, muchísimos no están en ese acontecimiento de las
compras; miles y miles, más de cuatro millones de españoles que no tienen
empleo, los casi dos millones de familias sin ningún ingreso, todos los que
terminaron con las prestaciones por desempleo; estos faltan a la fiesta y no se
arremolinan en ningún sitio, a no ser que hablemos de bancos de alimentos, de
asambleas locales de Cruz Roja o de las Cáritas parroquiales.
Aquí está pasando algo y parece
que no terminamos de enterarnos. La realidad no nos permite estar tan festivos,
ni eufóricos; sí nos permite y reclama estar más solidarios.
Juan Luís Chillón
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