Los hay a miles, qué digo, a
millones y por todo el mundo. Voluntarios de ONG, de empresas productivas, de
amigos de..., de universidades, interminable la lista. Voluntarios que no
cobran un euro por hacer lo que hacen, mucho o poco, poco y mucho, según
motivación, disponibilidad, capacitación y demás circunstancias personales o de
la entidad que suscriben.
En cualquier caso suponen una
voluntad de ayudar, de servir, en la mayoría de los casos a los que más lo
necesitan, en cualquier terreno de los que abarca la necesidad que son muchos,
muchísimos (al contrario que la sobreabundancia que es de pocos, poquísimos, al
menos en el terreno de los recursos materiales). Necesidades de auxilio para la
salud, la alimentación, la vivienda, el vestido, la disponibilidad de
suministros (energía, agua, etc.), de trabajo, de reconocimiento, de ser
aceptados sin discriminación. Importante es semejante disponibilidad de tiempo
y saber, cada uno el suyo, para favorecer a otros. Sin más.
El voluntariado, se conforma como
otra manera de entender la vida, el tiempo libre del que se dispone, las
prioridades que te mueven; como un modelo contrapuesto al del beneficio propio,
al enriquecimiento, al comportamiento amoral (inmoral) de los que medran aunque
dañen a la sociedad y para los que no hay más necesidades que las propias,
nunca cubiertas del todo en la ambición interminable, nunca satisfechas.
Celebrar el día del voluntariado
es celebrar la solidaridad, la cercanía, el sentido de comunidad, el valor de
la relación interpersonal, la construcción de un mundo con menos distancias
entre unos y otros, con menos desigualdades, más humano.
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