No es el día del turista precisamente, por mucho que salgamos del propio país para adentrarnos en otro. No es cosa de conocer más mundo, deleitarse con los monumentos y paisajes, día del disfrute y la relajación en definitiva. Hablamos del día de quienes no tienen más remedio que salir pitando de su tierra, de su casa; separarse en la mayoría de los casos de sus familiares, coger rumbo a lo desconocido, a una posible tierra prometida que casi nunca mana leche y miel y casi siempre mala leche y hiel.
Salir por escapar de la guerra, del hambre, de la persecución política, de cualquier cosa que no les deje vivir donde nacieron, donde les esperaron con expectación, ilusión y afecto, o donde fueron a “caer”, como fruto de una violación o una llegada no querida. Es el nuevo parto para escapar del vientre de su tierra y nacer en suelo ajeno, extraño, habitualmente no receptivo.
Este día es la ocasión para sentir la vergüenza de nuestros rechazos, devueltos en caliente o recibidos en frío, sin facilitar la integración, tan sólo aprovechando su capacidad de producir, muchas veces sin contrato, sin salario adecuado, sin horarios definidos, sin vivienda. Día para pedir perdón y para reclamar comprensión, solidaridad, sobre todo justicia.
Es un asunto que concierne a todos gobiernos y ciudadanos, políticos, maestros, sanitarios, trabajadores sociales, patronos, fuerzas de orden público, vecinos del barrio…Asunto de todos.
Juan Luís Chillón
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